Aggayú, el dueño del río, tuvo amores con Yemayá y de ellos nació Changó. Pero Yemayá no lo quiso y Obatalá lo recogió y lo crió. Al reconocerlo como hijo, le puso un collar blanco y punzó. Dijo que seria rey del mundo y le fabricó un castillo, Shangó bajó al Congo y se hizo un muchachón tan revoltoso que Madre de Agua Kalunga lo tuvo que expulsar de allí. Entonces tomó su tablero, su castillo y su pilón, con los que había bajado del cielo, y emprendió el camino del destierro. Andando y andando, se encontró con Orula, a quien le dio el tablero porque sabía que era hombre de respeto y lo iba a cuidar.
Changó se quedó adivinando con caracoles y coco, cantando, fiesteando y buscando broncas. Se casó con Obba, pero también vivía fijo con Oyá y Ochún. Oyá, como se sabe, era la mujer de Oggún, pero se enamoró de Shangó y se dejó robar por él. Este rapto dio origen a una guerra tremenda entre Changó y Oggún. En cierta ocasión Changó tuvo que esconderse de sus enemigos, que querían cortarle la cabeza, y se metió en casa de Oyá. Oyá se cortó sus trenzas y se las puso, lo vistió con su ropa y lo adornó con sus prendas. Cuando Shangó salió de la casa, sus enemigos, muy respetuosos, creyeron que era la santa, le abrieron paso y lo dejaron escapar.
Cuentan que como Shangó peleaba y no tenía armas, Osain, que era su padrino, le preparó el secreto (ingredientes) del güiro. Cuando lo tocaba con el dedo y se lo llevaba a la boca, podía echar candela por ella. Con eso vencía a sus enemigos. Cuando se oye tronar, se dice que es porque Shangó anda de rumbantela con sus mujeres o que cabalga por el cielo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario